Formación profesional: cada vez más lejos de Europa

El último informe de DAVOS en septiembre de 2017 situaba a España en el penúltimo lugar de la UE en capital humano.
A primera vista, se aprecia la brecha entre el nivel formativo de la población trabajadora española y la europea. Solo un 55% de la población española en edad de trabajar ha alcanzado al menos el nivel de segunda etapa de educación secundaria por un 75% de la media de la UE-28. Veinte puntos de diferencia que se convierten en treinta si nos comparamos con Alemania. Es un problema que no estamos apenas resolviendo. La brecha apenas se ha cerrado en las generaciones más jóvenes. En la banda de 25 a 34 años de edad, el porcentaje de españoles que han superado la secundaria sube al 64%, pero la media europea también sube hasta el 82%, por lo que la brecha (dieciocho puntos) permanece.
No obstante, la situación es aun peor, pues los elevados índices de población universitaria española, pesan mucho en la media y enmascaran la verdadera estructura, muy deficitaria, de la formación profesional-laboral en España, que, no lo olvidemos, es uno de los principales factores explicativos de nuestra baja productividad y empleabilidad. 
Tortella y Nuñez en El desarrollo de la España contemporánea, señalan este fenómeno como característico del sistema educativo español a largo de todo el siglo. Un sistema que ha sobredimensionado la educación universitaria abandonando la formación profesional y al que llegan a calificar de “elitista”:  
“España presenta unos niveles de educación superior menos deficitarios cuantitativamente pero inadecuados cualitativamente. El sistema educativo español ha tendido a ser elitista, ha sobreinvertido en  estudios universitarios […] Un déficit inicial de instrucción primaria se ha transformado, a día de hoy, en un déficit de graduados en bachillerato y enseñanzas técnicas […] el atraso de nuestro país es menos significativo cuantitativa que cualitativamente, en el ámbito de los estudios superiores.” 
En efecto, la estructura del sistema educativo español queda en evidencia al comparar los resultados con el resto de la Unión Europea. Según el “informe sobre capital humano” de Bancaja, empleando datos de 2011 (pero que poco habrán cambiado), el porcentaje de españoles con secundaria postobligatoria se halla entre los más bajos de Europa. Así, mientras que en licenciados universitarios en la generación más joven nos movemos en la banda del 40% junto con Holanda, Reino Unido, Francia, Bélgica o Suecia, es en la secundaria postobligatoria donde se aprecia el escalón: tan solo un 24% mientras la media de la Unión Europea se haya, de forma bastante uniforme por encima del 40% y rondando el 60% en países mucho más industrializados.
En síntesis, todos estos datos nos muestran una estructura educativa polarizada, con un 36% de la población que se queda en la secundaria obligatoria, con una muy baja capacitación laboral, y otro 40% que accede a la educación universitaria, mientras la formación técnica profesional se encuentra despoblada. El porcentaje de alumnos de Formación Profecional es de un ridículo 12% en España frente al 29% de media de la UE.
Sobre este escenario, es desolador saber que 30.000 jóvenes andaluces se quedaron sin plaza para estudiar formación profesional en el pasado curso, tal y como denunció el sindicato de educación de CCOO. Y en el presente curso, solo en la provincia de Granada han sido más de 5.700 los solicitantes de una plaza de formación profesional que se han quedado fuera porque la Junta de Andalucía no ofrece plazas suficientes de las especialidades deseadas. Nuestros jóvenes quieren formarse, pero el 42% no pueden hacerlo, pese a que el tejido productivo necesita buenos profesionales.
El delegado de educación en Granada se justifica diciendo que “la formación profesional no puede ser a demanda. Debe que ser en función de las necesidades del tejido productivo”. Pero esta mala excusa queda desacreditada por las reiteradas manifestaciones de la patronal que denuncian lo escaso, anticuado, burocratizado e inadecuado de la actual oferta de FP, para la que piden una reforma en profundidad. Es la actual oferta de formación profesional la que no esta adaptada al tejido productivo y mucho menos está preparando nuevas generaciones para la transformación y modernización de ese tejido productivo.
La realidad es que la formación profesional es cara. Que un laboratorio o un taller mecánico o de electrónica, representan una gran inversión. Además, los grupos han de ser necesariamente reducidos, con una baja ratio de alumnos por profesor. Por el contrario, llenar los aularios de la universidad con grupos masificados de cientos de futuros ilustres parados sale mucho más económico. Todo el mundo debe tener el derecho y la oportunidad de acceder a la universidad... pero no porque no haya alternativas atractivas.
Las cifras de matriculados en la FP pública han subido el último año pero solo porque se están vaciando los centros privados de unos alumnos cuyas familias tienen cada vez más difícil llegar a fin de mes. Mientras tanto, año a año, la formación profesional sigue siendo la gran olvidada de la inversión de la consejería de educación, y en el presente curso, 3 de cada 4 títulos de FP tuvieron escasez de plazas para la cantidad de jóvenes que querían adquirir una profesión.
Se requiere una reforma de calado de la formación profesional que se adapte a las necesidades actuales y prevea las futuras; que extienda las especialidades a todas las provincias. Prestigiarla, además, como de corresponde a una opción formativa de primer orden y comprometer un plan de inversiones que a medio plazo construya la red de FP que verdaderamente necesitamos para ponernos al nivel de Europa. Pero todo esto no puede hacerse con un gobierno de España que cada año recorta un poco más el presupuesto para educación, que en 2018 será de tan solo el 3,8% del PIB (el año anterior fue el 4% y en 2015 fue del 4,1%)
Parecen olvidar nuestros dirigentes andaluces que si invertir en educación es caro, mucho más lo es no hacerlo.
Publicado en elindependientedegranada.es el 14.dic.2017

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